UN ABRAZO PARA NAVIDAD

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Eva salió disparada de su casa, volviéndose solamente para ver aquel triste escenario; no había árbol, ni besos bajo el muérdago, ni botas colgadas en la chimenea, lo único que adornaba aquel lugar eran los desgraciados recuerdos de su familia mitad muerta, mitad dividida.
-¿Para qué tanta prisa? –Interrumpe Willy, el indigente. -¿Para ir al súper por unas cuantas botellas de Ron y tratar de olvidar eso que tanto le inquieta?
¡Ah! El famoso Willy, mendigo viejo loco, siempre de metiche en líos ajenos, pronto comenzaría a decir; “En mis años dorados, fui el más famoso escritor y disfrutaba de estas fechas rodeado de amor, bizcochos y besos. Pero, perdí mi fortuna en las apuestas, te doy un consejo hija, no hagas tratos mientras estás ebria.”
-Así es. –Dijo Eva, sentándose a la orilla de la cerilla, invitándolo a hacer lo mismo. Y es que cuando una se siente miserable, es bueno sentarse y apreciar otra vida aún más miserable.
-¿Este año tampoco vendrá su familia? –Sacó una botella de Whisky de entre su saco viejo y roto.
-¿Usted qué cree? –Se encogió de hombros.- Mi padre muere de sida, mis hermanas me odian y mi madre piensa que soy una perra cobarde por no poder salvar a mi esposo y al pequeño Timy de un accidente. Nadie quiere verme la maldita cara. Yo… -Suspiró.- Yo estoy bien. Pero ¿Sabe qué? No necesito a nadie, será como todas las navidades.
-Sí, como todas las navidades; tristes, vacías, rotas. –Le ofreció un trago, Eva bebió y se retorció. –Solo se necesita un poco para olvidar.
Eva se sintió acorralada, desahogarse con borrachos era mejor que desahogarse con cualquier otra persona, ellos lo olvidan todo a la mañana siguiente.
-Algunas noches, él sigue ahí, sentado al pie de la cama, me ve y sonríe. Lo tomo de las manos y bailamos el mismo vals de nuestra noche de bodas. Los días pasan lentos, son indistinguibles maldita sea, es como una eternidad, una jaqueca, espero que pase, solo ha sido un mal día. Despierto y me doy cuenta que será igual, camino, lo extraño, como, lo extraño, leo, lo extraño, lloro, lo extraño. El único día que espero con ansias es en el cual podremos tomarnos de las manos y no separarnos de nuevo.
-¿Qué tienen las navidades? Cuando se es niño el espíritu está, cualquier obsequio nos hace feliz, y está bien, porque somos niños, la inocencia hace resplandecer hasta el hierro más oxidado. Pero luego comenzamos a crecer, al parecer todo es nefasto y cuando nos damos cuenta, no era el regalo lo que tanto nos hacía feliz, eran las manos que lo entregaban, pero esas manos no están más.
Eva se preguntó exactamente lo mismo, todos los días dolían, pero la noche de navidad ardía como limón en herida, veía a su alrededor y se preguntaba “¿Qué ocurrió conmigo? ¿Cuándo me convertí en esto?” Recordó las pasadas navidades y la armonía que la rodeaba, no contaba cuántas calorías tenía aquel delicioso pavo, ni el dinero que tenía que dar cada año para la contribución de la cena navideña, nada de eso importaba porque era feliz y cuando se es feliz se ve al mundo con los mismos ojos de amor.
-En un abrir y cerrar de ojos la paz desaparece y lo único que queda es un mar de lamentos. –Continuó el viejo Willy.- Le reclamaba a Dios cada segundo de mi vida por llevarse mi tesoro, y no hablo de la fortuna en euros que poseía, hablo del regalo que me dio y que así mismo me arrebató. Una niña con rizos castaños y ojos verdes como prado en verano. Él se la llevo, decía que recogía ángeles de esta tierra para que nos protegieran desde el cielo, pero yo debía cuidar de ella. Dios decía también que cuando un alma se va, otra viene. Es algo confuso ¿No? Entregas tu vida para abrirle paso a otra. Cada navidad estoy desesperado, buscando el regalo que el gordo de botas negras me dejará, no solo le preparo galletas, también le dejo dos cervezas, a la mañana siguiente veo que aún no me trae a mi niña de vuelta, maldito viejo, me bebo el par de cervezas y me ahogo en aquel dolor incurable. Así que, si aún tiene a alguien, vaya, déjelo todo y viaje, recorra el mundo si es necesario y abrace a sus seres queridos, porque déjeme decirle mi querida amiga que yo no tengo a nadie, estoy más solo que putero en noche buena.
Eva vio el cielo tristemente estrellado, el mendigo loco tenía razón. No es el obsequio, son las manos, las personas, nuestra alma.
-¡Gracias mendigo Willy! –Gritó, el viejo Willy parecía dormido, lo sacudió, aún no se movía, al contrario, su piel estaba fría y tiesa, de su nariz no se exhalaba ningún aire.
El viejo Willy estaba muerto, sonaron las doce en punto, escuché el llanto de un bebé, el primer llanto al nacer, se me abrieron los ojos y mi espíritu renació. Yo, que tantos años me culpé por aquella tragedia y por el daño que me provoqué, con una lagrima en los ojos, me perdoné y sentí los cálidos brazos que tanto deseaba abrazar.

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